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domingo, 30 de octubre de 2016

Tu espalda infinita.

Cuentan de una negra hermosa, de una morena enloquecedora y encantadora. La recuerdan haciendo tratos, siempre ganando en los negocios, siempre sonriente. Siempre coqueta. Que si sube que si baja el dólar que la cotización, que la estatización, que la logística, que el excel. Lagos en el cielo, sitios que no existen, dolores que perduran. Y ella allí resistiendo entre flores. Masajes que no bastan, noches que no esperan. Sus dedos largos, sus piernas maravillosas.  Los rastros en la piel, el recuerdo en el tattoo, la comida para llegar, el desayuno sin el café. Navegar y encontrarse con el mar, manejar soñar volar, desear lo bonito, retroceder, mirar, creerla encontrar. Rojo, el rojo que me hace falta. El rojo en sus uñas, imaginar. La casualidad. Dicen que tiene mala memoria, que detesta la piña en la pizza y de vez en cuando las rutinas que cansan, incluso que esto tampoco le importa. Se viste de colores, se oculta con cobijas, se sueña en piscinas.  Que cuando descansa todo queda en silencio, que enamora hasta los gatos, que trasciende por los aires. Que sabe a café, a lujo, a sexo, aquí a allá, a tierra.  Que tiene tierra en las manos. Se maquilla, se desmaquilla, se duerme, y no deja de ser linda. Se reserva, se calla, se ausenta.  Enloquece.  Que cuando camina todos la miran, que no tiene admiradores y que ninguna rosa, roja, es suficiente. Se siente descalza, se calza pijamas sexys, se deja ir entre sueños.  Que tiene la mirada encantadora y la risa esplendorosa. Que se pierde, que no sabe de mapas, que se queda viendo lost.
Cuentan que cuando quiere, desquiere, ama. Cuentan que cuando se queda sin ropa, tan pila como linda, descubre una espalda infinita, una cadera deliciosa, y mil motivos para creer que ella no es un invento de un mal escritor de blogs que no sabe dar masajes, sino que ella es tan linda como esa espalda, y tan infinita como decir más. Quiero más. 


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