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jueves, 16 de agosto de 2007

Las cuatro de la tarde

A las cuatro de la tarde los buses llegan desde el nortecito llenos de sueños y de niñas lindas, con uniformes más arriba de las rodillas y esa combinación piernas blancas que tanto me gusta. La neblina se confunde con el smog y evita la vista a lo lejos de la Bogotá del otro extremo, y así bajo ese ambiente parece una ciudad lúgubre donde el único remedio es un café. Sentado en este café veo pasar gente que no conozco, con sus carpetas tamaño 1/4 y uno que otro portapapeles que me recuerdan tiempos idos. Las niñas pasan con sus uñas de todos los colores, el vinotinto esta out, piercings y esa actitud que me encanta, una que otra se queda mirando y pensará: pobre desgraciado; tu deberías estar aquí mismo, en este edificio blanco y de grandes vidrios, en tu mundo play y esa soledad que aunqueramos nunca se alivará, pero preferiste otra cara y pues no sobra decirlo pero ahora ya no es que me fascine. La niña de la mesa de atrás también pidió capuchinno, tiene una chaqueta beis y una blusa fucsia, una voz que denota más edad, y las mismas ganas de escribir como yo, y en el fondo está tan sola como yo. A la misma hora la señora del edificio de al lado, sale a la esquina y se sienta junto a la salida del parqueadero, se fuma un cigarrillo con la calma que no perdió y ve la tarde pasar. Muchas cuadras lejos de allí en el mismo instante, el, con su pinta filosófica intenta convencer adolescentes enamorados o locos perdidos que le compren sus poemas, la esquina de la jimenez con décima no es tan fácil, miles de ejecutivos terminan su jornada mientras ellas con pocas ropas, sueños rotos y muchas ganas preparan su noche. El sol se cuela por entre las nubes y se refleja con todo su poder en estos nuevos rumbos, mientras tanto el frio en cada esquina sigue rompiendo corazones y robando abrazos partidos. Quisiera que tu estuvieras escribiendome algo a mi, entonces me pararía y te entregaría esto. Aquí me siento tan bien que a veces ni me doy cuenta que esto no es paa mi. Cualquier momento es bueno para ver pasar la tarde, y podríamos entonces pensar, solo entonces, que esto valió la pena. A las cuatro de la tarde salía de mi colegio y atravesaba a pie el único puente de mi ciudad, me iba mirando al piso, mirando mi camino como tanto te gustaba. A las cuatro de la tarde solía sentarme por ahí a ver la gente pasar. Ahora esta hora es solo una excusa para pensarte.

pd. mi ausencia es justificada medicamente. espero ponerme al día. espero escribirte algo bonito. espero que cualquiera, tu o cualquiera me siga leyendo.

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