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domingo, 17 de mayo de 2015

Aliento

La lluvia no paró nunca. Todos entonces quedaron encerrados para siempre en esa historia azul, presos de los personajes que les tocaron y cantando en loops infinitos la misma canción aburrida de las tres. Nunca hubo una excusa diferente que la de -está lloviendo-.  Fue como un paréntesis en el tiempo, como un tiempo fuera, como congelar todo, así siguiera andando. 
Al final, nadie quiso tampoco que dejara de llover. Amaranta optó por el encierro definitivo, por preparar su muerte y cuidar sus rodillas. Así no apareciera el sol.  Todos los pretendientes quedaron con sus flores compradas. Como un tango infinito.
Ella quedó con sus ligueros puestos, con el vino cerrado, con las estrellas estallando de furia debajo de su brazo. Nunca quizo cambiarse, nunca quizo nada más. Se quedó con las ganas congeladas, con el amor impreciso, con el lounge chillout durmiéndose entre sus piernas, con el grito ahogado entre sus lunares. En realidad quedó con su último aliento. Cuentan que el quería dejarla sin aliento y nunca parar de besarla.
Nadie la volvió a ver nunca y la lluvia nunca ha parado.

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