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martes, 16 de septiembre de 2008

Cuatro de Septiembre de dos mil ocho

María y José deciden o aceptan que el amor dura solo cinco minutos, incluso cinco minutos más, sin quererlo se dan cuenta que es el mismo tiempo que él se gasta en pensarla antes de que llegue, y ella tal vez deseándolo cae en razón que es el mismo tiempo en que recorren la ciudad de un lado a otro para no encontrarse jamás, o bueno por lo menos hasta que deciden verse reflejados en una hoja de papel impresa con tintas multicolores de una tarde cualquiera de cajitas felices.
Ya ves, ahora soy yo cuando no te entiendo, el que no te entiendo. ¿Así funcionamos no?. . Bueno lo único real es que me cuesta mucho entenderlo, es mas, sabes que no sería capaz de jugarlo tan mal como tú, y aunque tampoco lo entiendes ni lo percibo ni lo doy tampoco quiero tus excusas ni las mías, también quiero olvidar y quiero decirtelo y sabes que la única forma es con mis palabras rotas.
Ahora tienes una libreta de direcciones donde encontrar a tu jovensito virgen, 67 canciones para no escuchar cuando no me quieras ver, una postal para escribirme cuando estes lejos, mil razones para no quererme, y una agenda para que encuentres donde dibujar, aunque no haya espacio y el único que tal vez haya, sin quererlo lo haya dejado para tí.
María y José se dan cuenta que ninguno de los dos sabe amar. José intenta convencerla que no basta con principio. María está buscando el final para poder volver a empezar. Los dos saben que alguién que los vé esta intentando escribir su historia en hojas rosa pastel de una agenda pop. Los dos intentan entender como ellos mismos se cuentan para si en sus noches tristes con palabras bonitas lo que no funciona entre ellos, lo que no existe pero que los une sin remedio, sin excusas, sin perdón, sin besos, sin necesidad de decirtelo.

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