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viernes, 11 de diciembre de 2009

El día que conocí el hielo

Glaciar Nevado del Ruiz. Parque Nacional Natural Los Nevados. 11 de Octubre 2009

Fué un día como hoy. Tal vez un domingo más.
Sin pensarlo estabamos allí en camino al "gran" nevado, uno de mis paseos más esperados. Es necesario adaptarse, es necesario llegar temprano para no ir de último, y también a veces es necesario no planearlo para solucionarlo todo en el instante. Poco a poco nos internabamos en los andes, subiamos, andabamos, disfrutabamos... poco a poco se acababe el verde, el ruido, la civilización... No fue tan largo supongo por estar llendo y en esos buses de turismo desde Manizales que ya no era para mi, nunca lo fue aunque nunca lo supe, al ingreso, al valle de las tumbas, al mirador de la laguna negra, al tiempo donde se pierde el tiempo, al lugar donde el blanco reluce, al campamento base 2, a la casita suiza, al deseo de salvarlo todo, al día que no esperamos, al frio constante, a las indicaciones dadas, a las reservas de energías... De las curvas en zigzag por terrenos áridos, el cambio de vegetación, y a lo lejos, muy de lejos y chiquito el blanco blanco. Fue ahí donde empezó la caminata, donde se incrementan las ganas de tocar el paraíso, donde se valora lo andado y recorrido, donde ondea la bandera tricolor ya no tan cerca a la escarcha, donde se respira con dificultad y parece que todos sueñan con lo mismo, donde siempre quisiera llegar. Te quedaste en la bandera, yo en cambio solo quise ir para contarte como era el hielo, nunca lo hice. Esos 300 400 metros son insoportables pero valen la pena, cuanto me hubiera gustado ir contigo. Arriba se olvida de todo, o por lo menos de lo suficiente, incluso del frio infernal y de que tenemos gafas negras. Los 5125 metros son poco para lo andado pero suficientes para ese blanco, blanco transparente, muy poco, que se derretirá dentro de poco y al que ojala nos alcance una segunda oportunidad sobre la tierra para volver, tendríamos que salvarlo, tendriamos que agrandarlo... pero... no... el hielo se va derritiendo, se va volviendo poco, me tiré como todos, lo disfrute lo necesario y tal vez nunca vuelva. Fue un instante mágico, tranquilo, alegre pero sobre todo blanco. La de vuelta es terrible mas sabiendo que aun no termina. El almuerzo se convierte noche, la noche se convierte en agua termal y el blanco blanco se me convirtió en negro negro, negro cerrado intranquilizador, negro oscuro sin la misma libertad que tu odias, que ahora disfrutas y que querias de mi, no, nunca te tendría que haberte dicho algo al respecto, y si, tampoco debí haberte involucrado en ese instante, pero contaba contigo, todo pasa supongo, cada uno debe aprender a soportarlo, cada uno sabe asumirlo, supongo el negro negro fue el punto final de todo, porque al blanco blanco se le puede pintar de colores o dañar de oscuro, pero al negro negro no hay nada que lo salve... lo que vino fue supongo peor o mas oscuro, pero me quedé con el frio frio de la cumbre que algún día desboronó un pueblo, me quedó con el manizales que algún día disfrutaré, con el refugio para descansar, con las fotos que nunca ví. Me quedo con el blanco, con tu silencio absoluto, con el blanco que siempre se puede pintar. Tal vez era mejor depeche mode supongo, pero para mi no. Y tu tu tienes razón, de cierta forma todos nos estamos recuperando de algo. Y a pesar de todo ese viaje al nevado, como algún día te escribí, sin saber si lo leísto o no, es el viaje que siempre te quisiera dar, el mejor viaje que podría compartir con alguién, el viaje al infinito, el viaje a donde nada nada ocurre, el viaje que tal vez nunca podamos repetir. Gracias por ir. Gracias por dejarlo para siempre en mi memoria, en mi corazón. Todos todos deberían poder ir para aprender del silencio y del blanco, solo que está muy muy lejos pero tan cerca como para poder llegar. Sin embargo, el día que conocí el hielo, fue el día que te quedaste en silencio y me dejaste en blanco, y sabes cual fue. Este otro que cuento fue uno de los más felices.