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martes, 9 de febrero de 2010

De puertas y ventanas


Caminé en círculos rectos que no llegaban a ningun lugar, quise escribirle algo sentado en esa esquina, sediento y con ganas de guardar las imagenes de aquellos momentos inevitables. Quería tan solo que me escuchara, que dejara un poco de lado tanto ruido malintencionado. Estaba ahí como quieto, como pendiente, como ido. Ido de cualquier parte, de cualquier tiempo. No se muy bien tampoco, en que esquina fue que paso esto. La sigo pensando cada madrugada.
Mi ventana permanece abierta hambrienta de noches ágiles pero duraderas, de canciones sin fin, de princesas que hablen en lenguas modernas. Permanece abierta desde entonces, dejando ir pedacitos de lágrimas que se convertiran en estrellas luminosas para el fin de mis días...
Su sonrisa es inevitable. Por allí paso algo. Pasaron años que marcaron huellas. Queda la evidencia. Queda este en el que me convertiste.
Te pasas, le escribió la última vez luego de verla en un auditorio magnífico.
Vieron cuatro niños en la misma esquina que jugaban al escondite. Eso ya no sucede en mis tiempos y en mi no hoy, pensó.
Ni tan rio, ni tan rojo.
Cuanto necesitaría que me escribieras.
Abro las puertas y dejo pasar el aire, cualquier aire. Asumo, mañana entrará por ahí alguien que cante conmigo en las noches perdidas.