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jueves, 29 de julio de 2010

Tu nombre se ve mejor de azul

Muy seguramente solo un tren los podía unir, puesto que cada uno está buscando por su lado, tal vez, un deseo que aún no se ha pedido.
Vino el tiempo del parque y el deporte, de los ojos profundos y las palabras necesarias.
Se acostumbraron a trasnochar, a decir cosas imposibles y muy seguramente, a construir la biblioteca de sus coloridas vidas.
Luego se vieron para almorzar e intentar imaginar el sonido del tren en el horizonte perdido de un nuevo barrio de la bogotá que quedaba al otro lado.
La quiso como pudo, como debío y seguramente como le permitió aquella tarde del verano pasado.
El en su primer invierno no olvida su voz tierna y rola, su arranque profundo,
su flor de piel, su todo y su porque - mk por qué tan poquito - ha consultado de vez en cuando a cuanto pájaro azul se le aparece en la ventana que acostumbran a cerrar.
Hicieron una lista de cosas posibles para hacer antes de.
Cambiaron desayunos por almohadas y frases cursis por confesiones al grano.
Al final, no sin antes de, gritaron en silencio "al infinito y más allá". Fue su película de la amistad de nunca acabar.
El tren va y se devuelve.
Desde entonces la recuerda en cada taza de café, café poco parecido, que se toma para iniciar sus días, en cada buen recuerdo y en todos los posibles buenos deseos que deja cada tren que arranca y se detiene y de vez en cuando lo guían.
Lo ví caminando por corrientes, recordando y extrañando el momento mágico en que le dijo que su nombre se veía mejor con azul.