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martes, 31 de agosto de 2010

Nunca me fui



Caminito. Barrio de La Boca. Buenos Aires


El no superó ese minuto fatal.
Se voltió, cogió sus maletas y partió sin rumbo conocido.  Caminó horas y horas buscando el mar perdido y el recuerdo más reciente.  Nunca supo que hacer, y mucho menos que decir, es más, no le gustaba decir nada.
A ella no le gustaban las despedidas, mucho menos las virtuales, pero estaba ahí para acompañarlo el resto de la vida, por lo menos eso pensó de vez en cuando, incluso, cada segundo mientras el avión aceleraba y alcanzaba su velocidad de crucero del aire.
Tampoco quiso una foto, por que tal vez, prefirió los látidos de su pequeño y frágil corazón. Nadabas en la alegría de esperarte, pensó.
De vez en cuando escribe frases cortas, que limitan con columnas llenas de besos y que saben a frutas que extraña mucho.
No lloró en Plaza de Mayo, y piensa que las postales de San Telmo no son tan buenas, ni suficientes para mandarte mensajes directos que tal vez nunca entiendas. Solo me resta, y me queda tu Boca, o La Boca, la boca de fresa y princesa bandida en que deje tiempos mejores. 
Ella  hubiera preferido pararse ante cada vitrina de chocolates antes que acompañarlo en su maleta, ella hubiera preferido pararse en la calle Bogotá y haber tomado cualquier tren que no pasa por ahí.
Sabes? Nunca me fuí.

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