Cena para dos

Cocina. Casa Museo Carlos Gardel. Balvanera. Buenos Aires.

Se pintó las uñas color uva postobon mientras pensaba en la cienaga grande de su corazón.

Mientras tanto él le cocinaba frases de poetas mal nacidos, miti de sal, miti de azucar, pero sobre todo mucho de Gardel.

Sabian des-Ar-Mar-Se.

Formarina! le gritó justo cuando dieron la una y treinta y aún no recibia su beso que generalmente, generalmente, se lo daba a la una y treinta.

Ella sonrió como quien quiere y no quiere, lo ignoró y lo borró para siempre por un par de minutos, dejó de seguirlo hasta que el hambre le cortó la inspiración y le hizo acordarse que la ensalada verde campo hervía en le viejo fogón de leña de los abuelos; entonces bajó a recordarle que las recetas de amor nunca funcionaban y mucho menos en estos casos y tiempos modernos. NO importa, le respondió el, -esta receta no sabe igual, engorda diferente, huele a naturaleza, se publicita solo en otros aires y no nos pide explicaciones, incluso nos sale gratis, como nos gusta.- y yo, yo le creo (termino de decir él).

Mientras tanto ella sacaba de la heladera el jugo de maracuya (maracuya para ilustrar pensaba)...

No les cuento como se sentaron a la mesa con velas, flores y aromas desconocidos, ni mucho menos como se quisieron toda la madrugada de ese año inolvidable en que dos torres se cayeron y cambiaron para siempre a la ciudad de la imaginación colectiva.

Solo les puedo asegurar que el no paro de chuparse los dedos el resto de la vida. Su cena, su marina cena, incluía postre de fresas a la ....