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lunes, 22 de noviembre de 2010

Fue amor

17 horas y una lígera llovizna.
Bajo tierra la estación un poco vacía, un poco melancólica como siempre. 
Ella con su vestido rojo y en dirección al norte.
El, con su chaleco de pescador que no fue, esperando su tren al sur.
Ella mira al piso, luego mira al frente, y tranquila cuenta los segundos que hacen falta para un después.
Creo que el hacía lo mismo.
Su mirada se entrecruza, las dos líneas sucias y olorosas de la carrilera son su único abismo.
Ninguno pensaría en saltarlo.
El vuelve a mirar hacia el túnel negro de vez en cuando, un poco impaciente, un poco ido, un poco temeroso de que la vuelva a mirar y ella ya no esté sonriendo.
Se arriesga... Ella sigue sonriendo. Nerviosa. Ansiedad.
Los dos lo saben y no tienen que mirarse para saberlo.
Solo lo saben para poder mirarse.
A la siguiente mirada, justo cuando yo me doy cuenta de la escena, se dan cuenta, cada uno por aparte que el uno podría ser lo que le falta al otro... tal vez ella quisiera ir al sur y el al norte....
A la cuarta mirada se desean, se mueren, se pellizcan...
El viejo tren rojo aparece de repente, el no lo alcanza a ver venir, ella solo tiene la magía de lanzarle un beso al aire que rebota en la suciedad, se cuela por el ventanal lleno de grafittis y cae en las manos de él...
Nunca más se verán en sus vidas.

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