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sábado, 15 de octubre de 2011

El lejos.

Del resplandor al esplendor cualquiera.
El detrás de la pantalla como antes de la sinfonía.
El bajar gradas como el diseño de estantes.
La ventana como puerta sin pies.
La línea azul como perturbación casual.
El ascensor y lo demás.
Los veinte minutos, el suspiro siguiente.
El reto de solo una hoja en blanco.
La excusa, la mesa de entradas y la humedad.
La música. La música que se repite.
La milonga de amor.
El temblor de sus labios.
Y el aire, siempre el aire como posibilidad infinita
de flotar por ahí sin pensar demasiado en el lejos.

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