Esa noche fueron al fin del mundo y regresaron en un taxi por Corrientes, como si no pasará nada, como si todo fuera tan corriente y como confundir a Costa Rica con una isla. Eran otros tiempos y otros otoños ya idos y perdidos, y confundidos. Eran tantas flores regaladas. Eran solo estos pixeles en el blanco de tu indecisión.
Fue entonces cuando decidieron callar en su camino de regreso, solo mirándose de reojo y tragándose tanto viento frío que quiebra cualquier garganta profunda. Se escucharon sin hablarse, y se perdieron sin encontrarse, se dedicaron canciones sin escucharse. Se volvieron rock n´roll.
El se fue sin explicarle con suficiente claridad que nada es tan real como pintar, que nada es tan irreal como querer y que en cualquier superficie se puede volver a soñar. La recuerda subiéndose su blusa hasta su ombligo maldito, tirada en la cama de esa casa inventada, solo para no tener una excusa de no llorar para siempre y de no saber de antemano que terminarían yendo tan lejos para darse cuenta que estaban uno al lado del otro y nunca, nunca se dijeron adios.
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