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domingo, 2 de diciembre de 2012

La reina coqueta

Fue en una noche de luna roja y de halloween enredado.
Fue una mañana de un puente feriado de esos que allá no existen.
Fueron unos huequitos que comunicaban dos puntos elegantes que formaban una sonrisa perfecta.
Fue ella quien no sabía sumar pero que sabia contar con exactitud las canciones vallenatas que jamás querría volver a escuchar.
Fue en un pueblo con un obelisco de mentiras, donde cuentan, se escondía Bolivar cuando salía a jugar al parque.
Fue él, quien no sabía contar historias. Fue él, quien solo tomaba fotos de mentiras.

Cuentan entonces que ese día, que esa noche, ella, toda una reina amarilla y de uñas aguamarina, quiso salir a bailar la salsa y el bembé hasta entrada la madrugada, desafiando a toda su corte, a todas sus medidas impuestas por un castillo de fans que se derrumbaba cual castillo de naipes con sus soplos de viento olor a flores frescas de las mañanas.  Cuentan que la vieron con una máscara dorada, pasando desapercibida entre tanto tequila y entre tanto grado bajo cero.  Dicen que enviaba besos para despistar y se hacia peinar para que la despeinasen.

Reza la leyenda, que cuando uno pasa por ese viejo y olvidado puente de guada se escucha el rumor de un mar tranquilo, de unas olas que refrescan y se escucha sin querer un ajá meditabundo y sonoro en la voz de aquella reina coqueta.   Cuentan que esa noche de copas, fue la única palabra que ella supo decirle al único caballero solitario que quiso cantarle a grito herido al oído canciones de amor.

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