Carmela no entiende que Catalina no cumple años.
Catalina no sabe que Carmela la confunde con Alexandra.
Mientras tanto Alexandra tranquila en su ventana oscura solo quiere llamarse Rebeca.
Rebeca es pura salsa, de esas que da miedo probar.
Catalina no conoce a Rebeca.
La última vez que vi a Carmela intenté confundirla con Catalina.
No funcionó; la verdad es que Catalina es la que no funciona.
De todas es más bonita Alexandra porque es transparente.
Exacto, nunca la veo. Nunca la entiendo y siempre creo que es más fea que Rebeca.
Ya ves termino confundiendo todo.
Si, tenemos que volver a empezar
porque bien sabemos que aquí la que abusó fue Ud.
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lunes, 23 de enero de 2012
domingo, 22 de enero de 2012
Verano
Ando pensando en el blanco y en los colores.
En los colores del blanco.
En el andar pensando.
Pensando como andar,
como tanto blanco es tanto color
y que color le hace falta al blanco.
Ando queriendo el verano como al blanco.
Como al blanco vacío, como la hoja blanca que agobia sin color.
El verano que anda, no para y no hace falta.
Hoja blanca sin marca roja.
Roja fue esa línea y rojo es el stop.
Pará verano y tráeme al otoño.
Cortas mañanas, largas noches
Noches que son iguales a las mañanas cortas
Y tantas noches sin ver tus mañanas.
Ando queriendo contar un cuento
Y querer contar hace parte de colorear.
Y el cuento hace parte de Blancanieves.
En los colores del blanco.
En el andar pensando.
Pensando como andar,
como tanto blanco es tanto color
y que color le hace falta al blanco.
Ando queriendo el verano como al blanco.
Como al blanco vacío, como la hoja blanca que agobia sin color.
El verano que anda, no para y no hace falta.
Hoja blanca sin marca roja.
Roja fue esa línea y rojo es el stop.
Pará verano y tráeme al otoño.
Cortas mañanas, largas noches
Noches que son iguales a las mañanas cortas
Y tantas noches sin ver tus mañanas.
Ando queriendo contar un cuento
Y querer contar hace parte de colorear.
Y el cuento hace parte de Blancanieves.
lunes, 9 de enero de 2012
Paraná
Y el tren que va, que va y no vuelve y que no tiene ganas de devolverse.
Si quieres, esperáme en la próxima estación, que ya no se llama esperanza, sino certeza y no miedo.
Vine hasta aquí buscando mil canciones, un no saber y un cuento para soñar; me encontré entonces con un rio gigante, caluroso y lleno de playas y espacios vacíos; de también un pasdo mejor que resuena en el eco de esa vieja lata oxidada que cualquier aire mueve.
Quise dejar tu sonrisa inolvidable en la primera esquina que encontré en la calle Buenos Aires, y viste, no fui capaz, no porque no quisiera, sino porque tuve miedo que terminara en la bandera gigante, se escondiera por Boulevard Cordoba y terminara sin saberlo en el Paraná, y yo un día sin quererlo ni pensarlo y mucho menos gritarlo me la encontrara de casualidad otra vez.
Entonces la guardé en mi mochila, en esta agenda que marca las horas y en el helado de maracuya que pensé tenía un poquito de ti.
Así sin quererlo me comí tu sonrisa y tantos buenos ires y venires. No lo dudes: disfrute cada gota y ahora siento que me alimenta en estos días interminables.
De ella, de Rosario, y sus Buenos Aires chiquitos repetidos, donde tal vez no pasa nada y pasa lo de siempre, me llevo su nombre, el sol tatuado en mi piel y en cualquier cadera. Le dejo tal vez sus calles vacías, ese camino infinito del que nunca está al lado y la explicación que nunca llegó.
Me voy, capaz, con la promesa de ese viaje en tren hacia otra sonrisa y otra estación.
El tiempo es solo lo que pasa entre una estación y la otra.
Rosario una estación donde siempre querré volver.
Y el Paraná, el gran Paraná es lo que corre al calor para llevarse el amor.
Si quieres, esperáme en la próxima estación, que ya no se llama esperanza, sino certeza y no miedo.
Vine hasta aquí buscando mil canciones, un no saber y un cuento para soñar; me encontré entonces con un rio gigante, caluroso y lleno de playas y espacios vacíos; de también un pasdo mejor que resuena en el eco de esa vieja lata oxidada que cualquier aire mueve.
Quise dejar tu sonrisa inolvidable en la primera esquina que encontré en la calle Buenos Aires, y viste, no fui capaz, no porque no quisiera, sino porque tuve miedo que terminara en la bandera gigante, se escondiera por Boulevard Cordoba y terminara sin saberlo en el Paraná, y yo un día sin quererlo ni pensarlo y mucho menos gritarlo me la encontrara de casualidad otra vez.
Entonces la guardé en mi mochila, en esta agenda que marca las horas y en el helado de maracuya que pensé tenía un poquito de ti.
Así sin quererlo me comí tu sonrisa y tantos buenos ires y venires. No lo dudes: disfrute cada gota y ahora siento que me alimenta en estos días interminables.
De ella, de Rosario, y sus Buenos Aires chiquitos repetidos, donde tal vez no pasa nada y pasa lo de siempre, me llevo su nombre, el sol tatuado en mi piel y en cualquier cadera. Le dejo tal vez sus calles vacías, ese camino infinito del que nunca está al lado y la explicación que nunca llegó.
Me voy, capaz, con la promesa de ese viaje en tren hacia otra sonrisa y otra estación.
El tiempo es solo lo que pasa entre una estación y la otra.
Rosario una estación donde siempre querré volver.
Y el Paraná, el gran Paraná es lo que corre al calor para llevarse el amor.
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