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jueves, 24 de enero de 2013

Estrella


A las cinco el pueblo fue sepultado por una neblina densa y gris.
Gris de esos que parece y no son.  Fue entonces cuando de los cielos bajó una estrella, no tan amarilla, no tan dorada y un poco ácida -si alguien se hubiera atrevido a probarla-.
Había viajado tres mil años de lucecitas de navidad, sólo quería dormir y tenía un solo fin: que le cantaran al oído. Le gustaba soñar.  
Dicen que cinco minutos después desapareció. La neblina, también.
Cuentan que desde esa tarde en aquel pueblo perdido de nubes de algodón y panaderías exquisitas, muy a las cinco de la tarde, todos los hombres del pueblo salen al parque principal a cantarle al oído a la niña de sus sueños. Cuentan que es un pueblo feliz y bonito.   Cuentan también que la reina coqueta, fue una de las pocas que vio el camino que tomó la estrella, y desde entonces, loca y sola se dedica a contar con su mascara la historia, mientras encuentra el camino exacto por donde marchó aquella estrella soñadora.  Dicen, que el día cuando ella recuerde y tome rumbo por aquel camino , el pueblo desaparecerá para siempre bajo una neblina, una neblina que dicen, ya no será gris de a poquitos, sino blanca, tan blanca que pintarán un pueblo nuevo de colores bonitos y alegres encima. Un pueblo donde haya cebras por las calles y miles de estrellas por las noches. Un pueblo soñador.

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