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domingo, 2 de junio de 2013

Como una ensalada de frutas


Marzo entonces se perdió por las calles de ese Abril incierto, se confundió entre tanta hoja suelta y solo dejó el renglón final para poder comerse ese postre como punto final.
Lo esperaba en la esquina absoluta y maloliente de aquella ciudad ya no tan gris, ya no tan ciudad, ya no tan ochentas, ya si tan mal olorosa, y es porque, capaz, le faltaban las rosas.
Luego vino la madrugada, la gallina, la plaza, el amor, el desamor, la gasolina, los kilómetros, los kilométricos, los textos, los quipitos, los skype que son como los quipitos...  y más luego, la neblina, la noche, la lluvia, no viajar, la música, la ceja, la pierna, el cargador.
Cruzaron sin afán y se quedaron viendo la película de horror afuera de ese teatro olvidado. Comieron pescado y rezaron en vano.  Era un país de ruanas y de tintos.  También había otro donde se conocieron a distancia y el tinto era vino. En el camino de regreso contaron las huellas perdidas y se perdieron en las playas blancas.
Se supieron el uno al otro.  Otro y uno supieron ser. Como una ensalada de frutas.
Como si nadie nos leyera.
Ella era más de Mayo, más de otoño, más de los colores y menos de los sepias. Era alta y guerrera. El callado y con el perfil, ya no se si era el perfil, de un artista rock de tiempos que nunca existieron.
Se besaron, se contaron y terminaron en el Convento.
Desde allí aparecen y desaparecen, como la isla de la fantasía, como el mar que se congela, como el tango cuando se vuelve gotan.  Mejor, como cuando se vuelve gotas.
Era una plaza muy grande. Era una fruta muy rica.  Era un paisaje verde que da frutas.
Era marzo perdido en la plaza de Mayo.
Pero pues. Era irse como cuando a uno le decían que se fuera.
Pasa que no hay que planearlo todo, pero hay que saber planear. O tal vez, montar en planeador.
Cambiar de paisajes.  Llorar.  Bajar lentamente.
Cuentan entonces que hay que pasar tres veces, ida y vuelta, por el mismo lugar para no olvidar nunca.
Siempre hay que llevar la maleta llena de cosas para no usar.
La parte más difícil del día es el desayuno. Sobre todo, lejos de casa y las naranjas nunca son suficientes. Ya no hacen falta las referencias.  Hace falta ahora es dejar una herencia.
Hay que tachar con cruces. Hay que cruzar sin luces.
Hay que vivir con esa Cruz pues.

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