"Ella vaciló y yo le hice señas para que la recogiera, y me
fui moviendo sin perderla de vista un instante, siempre haciéndole señas para
que siguiera hasta donde terminaba la barrera. Después sí, cuando salió
del todo, nos estrangulamos."
(Melodrama, Jorge Franco)
Era tan alta como el tubo donde acostumbraba a bailar; donde le
encantaba bailar, diré. Así que la altura era lo de menos cuando de músicas se
trata. Le gustaba que la llamaran Trinidad y sabía tararear una canción solo
cinco veces seguidas. A la sexta ya la odiaba. Vivía por allá por la quinta. Y
es que de números también sabía.
Esa vez se encontraron de casualidad porque justamente se habían
ido juntos. Los libros de desamor señalan, pues, que los que llegan
separados no se quieren y los que llegan juntos se aman. Asi no era, porque yo
de eso se poco. Creo que era más bien alguno de esos títulos de esas
películas que he pensado y que nunca alcanzaré ya a hacer.
El, el tipo de cabeza rara, y el que se ilusionaba viendo a la
nube sonreír, andaba en su auto mini rojo de cartón, empinándose como cual niño de
tarde dominguera, tratando de entender porque uno se toma una foto antes de
cualquier acto de amor, como saltar del Tequendama, por ejemplo.
Hay que estar en momentos equivocados y en lugares fantásticos,
recomendaría yo, si me preguntaran. Andar de tacones y bailar por la
calle, y de eso tampoco se.
Pero a ella le gustaba. A el le enloquecía. No, tampoco eran excusas.
Eran los vientos fríos de las cuatro lo que los afectaba. Era el temblor
del tango.
Ni de Medellín ni de Baires. Ni Juntas, ni claro está,
separarse. Que jet es con jota y que la ve es uve. Que acomodarse no es fácil.
Las fotos en la cabeza quedan mejor. Así como los rayos uv que de ves en
cuando se tiran todo el resto.
Las ideas de los objetos aportaría yo. Las ponencias. La cama. La
cama vacía.
La gata ida. La ida sin la gata. Amar a la gata. Con G, de
hombres, que va con E.
Y es que pasa que se sentaba al borde de la cama, con su
lingerie, muy a lo París, con sus piernas de kms en bici por recorrer
juntos caminos inciertos, sin pensar en el abril de las lluvias mil, con su
larga cabellera, con su constante enredadera, sin brassier, a peinarse y el le
cantaba la canción de los amantes en la cama que los viajantes se van a acabar,
y pensaban en cuáles viajantes, de qué o qué, pues con tanta fruta, y si, era
mini ese carro para tanta moto que cabía, o al revés, no importa. Pero para
llegar a Paris les faltaba algo.
Se dejaba amar a ronroneos y el entonces quería ser gato y
escribirle mensajes en la espalda, y guardarlos, y bajar, y seguir bajando.
Pero esa tarde, ese puente, no solo vieron ropa de moda, almacenes
de mentiras, niños ilusionados, sino entendieron mientras comían uvas de
chocolate mágicas, despacio, y con tropiezos, y de antemano, que andar de a dos
también puede ser un plan. Y yo ahí, parado, en el medio de la
vida, y de la ida, sobra la v y la n que me falta, los miraba de reojo, de
miope que soy, soñaba temblores, saltaba con polvos pica pica, y deseba que
siempre amanecieran juntos, pues se notaba que habían, muy de mañana,
intercambiado su respiración.
Lo narro, así, como tal vez lo recuerdo, como la recuerdo a ella,
como un ventarrón de esos que te pueden cambiar la vida, y yo paradito ahí,
inventándome películas y juntando adjetivos de direcciones de calles que no
existen, pensando, que la parte importante es esa que cuentan que antes, o vaya
uno a saber, después, de esa tarde de domingo, de ese 9 de un abril con cara de
mayo y apellido de marzo, todo cambió, como si fuera causa y efecto. Es la
historia de Vidal, el muchacho este que sin pensarlo se fue a hacer de su
cabeza, un melodrama, en la mismísima Paris, ole.
- Oiga! le grito pasito el al oído de ella. - No compres un
pasaje de regreso!.
Y ahora no se si hablo de este melodrama o de los viajantes que se
van a acabar.
Es obvio que nunca alcancé a escuchar la respuesta de ella. Vaya,
que nos afectan los rayos ultravioleta. Yo te regalo, es, montañas pa
perdernos. O querernos que viene siendo lo mismo.
" - Voy a decirte la verdad para que después no estes
preguntándome con quien hablaba o por qué tengo la cara así, o por qué me quedé
mirando un punto fijo, o por qué me enredo cuando me hablás: he estado pensando
mucho en ella, mucho, mucho.
- ¿Y que sentís? me pregunta.
- Siento que me hace mucha falta."
(Melodrama, Jorge Franco)