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domingo, 19 de mayo de 2013

Teoría de los momentos

Empecemos por momentum o cantidad de movimiento.
Hablamos del producto de la masa del cuerpo y su velocidad en un instante determinado.
Por lo tanto tendríamos que hablar de instantes.
O Instant Karma muy de Lennon.
O de la anatomía de un instante. 
O de que Borges nunca escribió instantes.
Son tantas, o tantos, tes, que lo que me preocupa es que sean ratos.
O ratas.
El momento no se puede borrar.
Tampoco hay dos, y por lo tanto, sobran las matemáticas.
Sobran las parejas.
Las rosas no son de los momentos. El rojo si.
No tiene nada que ver pero la confianza es presente, no futuro.
Luego viene el olvido y los días a pedacitos.
Es poca la velocidad y la masa se pierde cuando las frutas se caen de la nada.
Pensaba entonces en ideas. En las ideas de los momentos.
En idealizar.
En tormentas.
En canciones con nombres clichés como las rosas.
En las flores de mayo. No necesariamente dañadas.
Los momentos son de la mente. Y del tiempo.
Y de los que los recuerdan.  De los que matan por ellos.
Al final sobran las teorías cuando los momentos estallan de tanta velocidad no calculada.
Lo que no vale es aniquilarlos porque sí. Tacharlos en la fórmula.
La física es así y de la química no se.
Hay momentos malos y buenos, muchos inoportunos.
Y al final la vida son los momentos en que uno se queda pensando en los momentos pasados, futuros, no importa...
Y ahí es cuando la ecuación no cuadra y la física no es real y la química no es pura.
Habrá que suponer que es normal.
Por último solo resta pensar que las palabras no son momentos.
O que los momentos son palabras, da igual.
Así que esta teoría no sirve.
Delete, pues.



sábado, 11 de mayo de 2013

Vete Toto.

Se fueron dos post como si las palabras no fueran importantes.
Así como se me llevaron Abril, me refundieron Mayo y se olvidaron de Junio
como si no hubiera tiempo. Como si yo pidiera milagros.
Como si me estuviera faltando el aire.  Como si nada.
Como si los kilómetros no contaran y hacer el amor no fuera hacerlo con amor.
Como si uno no sintiera.

De la calle del silencio a dejarme en silencio. Sin palabras. Sin música.
Como si otra vez me gritaran sin decirlo: Vete Toto.



miércoles, 1 de mayo de 2013

Como un melodrama

"Ella vaciló y yo le hice señas para que la recogiera, y me fui moviendo sin perderla de vista un instante, siempre haciéndole señas para que siguiera  hasta donde terminaba la barrera. Después sí, cuando salió del todo, nos estrangulamos." 
(Melodrama, Jorge Franco)

Era tan alta como el tubo donde acostumbraba a bailar; donde le encantaba bailar, diré. Así que la altura era lo de menos cuando de músicas se trata. Le gustaba que la llamaran Trinidad y sabía tararear una canción solo cinco veces seguidas. A la sexta ya la odiaba. Vivía por allá por la quinta. Y es que de números también sabía.
Esa vez se encontraron de casualidad porque justamente se habían ido juntos.  Los libros de desamor señalan, pues, que los que llegan separados no se quieren y los que llegan juntos se aman. Asi no era, porque yo de eso se poco.  Creo que era más bien alguno de esos títulos de esas películas que he pensado y que nunca alcanzaré ya a hacer.
El, el tipo de cabeza rara, y el que se ilusionaba viendo a la nube sonreír, andaba en su auto mini rojo de cartón, empinándose como cual niño de tarde dominguera, tratando de entender porque uno se toma una foto antes de cualquier acto de amor, como saltar del Tequendama, por ejemplo.
Hay que estar en momentos equivocados y en lugares fantásticos, recomendaría yo, si me preguntaran.   Andar de tacones y bailar por la calle, y de eso tampoco se.
Pero a ella le gustaba. A el le enloquecía. No, tampoco eran excusas. Eran los vientos fríos de las cuatro lo que los afectaba.  Era el temblor del tango.
Ni de Medellín ni de Baires.  Ni Juntas, ni claro está, separarse. Que jet es con jota y que la ve es uve. Que acomodarse no es fácil. Las fotos en la cabeza quedan mejor.  Así como los rayos uv que de ves en cuando se tiran todo el resto.
Las ideas de los objetos aportaría yo. Las ponencias. La cama. La cama vacía.
La gata ida. La ida sin la gata. Amar a la gata. Con G, de hombres, que va con E.
Y es que pasa que se sentaba al borde de la cama,  con su lingerie, muy a lo París,  con sus piernas de kms en bici por recorrer juntos caminos inciertos, sin pensar en el abril de las lluvias mil, con su larga cabellera, con su constante enredadera, sin brassier, a peinarse y el le cantaba la canción de los amantes en la cama que los viajantes se van a acabar, y pensaban en cuáles viajantes, de qué o qué, pues con tanta fruta, y si, era mini ese carro para tanta moto que cabía, o al revés, no importa. Pero para llegar a Paris les faltaba algo.
Se dejaba amar a ronroneos y el entonces quería ser gato y escribirle mensajes en la espalda, y guardarlos, y bajar, y seguir bajando.
Pero esa tarde, ese puente, no solo vieron ropa de moda, almacenes de mentiras, niños ilusionados,  sino entendieron mientras comían uvas de chocolate mágicas, despacio, y con tropiezos, y de antemano, que andar de a dos también puede ser un plan.    Y yo ahí, parado, en el medio de la vida, y de la ida, sobra la v y la n que me falta, los miraba de reojo, de miope que soy, soñaba temblores, saltaba con polvos pica pica, y deseba que siempre amanecieran juntos, pues se notaba que habían, muy de mañana, intercambiado su respiración.  
Lo narro, así, como tal vez lo recuerdo, como la recuerdo a ella, como un ventarrón de esos que te pueden cambiar la vida, y yo paradito ahí, inventándome películas y juntando adjetivos de direcciones de calles que no existen, pensando, que la parte importante es esa que cuentan que antes, o vaya uno a saber, después, de esa tarde de domingo, de ese 9 de un abril con cara de mayo y apellido de marzo, todo cambió, como si fuera causa y efecto. Es la historia de Vidal, el muchacho este que sin pensarlo se fue a hacer de su cabeza, un melodrama, en la mismísima Paris, ole.
- Oiga!  le grito pasito el al oído de ella. - No compres un pasaje de regreso!.
Y ahora no se si hablo de este melodrama o de los viajantes que se van a acabar.
Es obvio que nunca alcancé a escuchar la respuesta de ella. Vaya, que nos afectan los rayos ultravioleta. Yo te regalo, es, montañas pa perdernos. O querernos que viene siendo lo mismo.


" - Voy a decirte la verdad para que después no estes preguntándome con quien hablaba o por qué tengo la cara así, o por qué me quedé mirando un punto fijo, o por qué me enredo cuando me hablás: he estado pensando mucho en ella, mucho, mucho.
- ¿Y que sentís? me pregunta.

- Siento que me hace mucha falta." 
(Melodrama, Jorge Franco)