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jueves, 15 de septiembre de 2016

Deberías


Un día, sin quererlo me estrellé con esa foto. Un lunes de esos que obliga el calendario, capaz. Y fue difícil creerlo, pero más que eso, entender que era una foto que ya conocía, porque vivía dentro de ella, era como un mapa que recorría todos los días; que iniciaba en las cataratas, daba la vuelta al Obelisco, bordeaba Parque Centenario, y terminaba en la ciudad de la luna. Con sus ires, con sus venires, con sus antojos, con sus encajes, con sus ojos que todo lo vuelven así; con la confianza infinita en la ruta bajo la sombra oscura que justo en el momento necesario y poco indicado saltaba por encima del huesito de la cadera, que seguro también sostenía las rodillas favoritas de toda la vida.  Y pues, obvio, no supe entender ni la foto, ni el mapa, ni sobre todo la nueva versión del cuento que había escrito que no iba a volver a contar cuando el septiembre era tan negro como aquella botella de fernét con la que se emborrachó y me olvidó infinitamente. Y pues el tiempo al tiempo, la ruta, los caminos, los transmilenios, los cañones, los ciclistas, los huecos en las orejas, la pileta, los sueños que no se hacen realidad, los alfajores, la playa, el viaje, el otro septiembre, el rosario, el artículo, el cevelac, y más tardecito después otra vez la sombra maravillosa, los huequitos en los cachetes, las amigas, los tatuajes, la música, la nana, el hermano, yo. El chico en Corrientes, las cillas robadas, ¿dónde están mis postales? ¿Hubo postales? María eres llena de Camila. La vida, el 26, la FADU, la facultad. Lo que no podía ser. Su manía de comerse las paredes, mi destino de hablar con ellas, escucharla de fondo, saber lo que pensaba, saber que nunca iba estar y seguir ahí, de rodillas. Por si acaso, es el hueco de la cadera. Claro, también me preguntó que si iba, de pronto se equivocó, pero yo le dije que sí. Tal vez fue eso, siempre es mejor decir que no. Dijo que se le había acabado la inspiración para las fotos y que no era persona, pero que tenía la lengua y los labios, y yo le creí. Otro día le puse moños, y no fue hoy que también nació. Dejó su cargo de stalker, y se perdió en la vida. Escribió al revés. Vidal y la vid. Nunca pudimos hacer negocios. Tiempo, atención y dedicación podría ser su nuevo tatuaje, su futuro, la chica difícil. Intentó cuatro novios, se tragó las rabias de cuatro seres que le dieron besos, y a él ni la hora. Luego ella se volvió loca histérica, y el se fue aunque nunca se hubiera movido de donde no se debió mover. Daba investigación en inglés, vidas cruzadas, hilos que no son rojos y los labios rojos carnosos perfectos, tan Victoria. Nunca encontraron la G, la de guarra. Ahora el mapa tenía tantas curvas que el se mareaba, cada tarde esperándola, entre la luna, y el sol. También se enredaron, como en las cataratas. "Que bonito fue cuando me buscasté" - recordó.  El regalo de siempre Amaranta. Tanto creer en ella. El pánico de esa tarde a 10 metros, espalda con espalda. Las uñas desarregladas. Nunca volvió a creer en cuentos de hadas, y seguro tal vez tampoco en él, ni en esto. Ni mucho menos, en lo otro. Se enamoró, como cada vez que se enamoraba una vez más. De mi desaparecieron las palabras. Siempre volvía, siempre lo buscaba. Vidas paralelas. Tan fuerte como las rodillas. Nunca estarás mal Ximena. ¿Te cambió el tiempo? Los 90, la constitución, el mundial, Alemania, la escuela. Dos en la ciudad. El dijo, que suponía que la vida era así, ella dijo que había sido mala, y que importa, decímelo. ¿Volverás a no entenderte? ¿Entenderte es que no vuelvas?  El le dijo que era perfecta. Yo, yo tampoco entiendo. Los ojos que brillaban y sonreían desde dentro, la mágica ilusión. Algún día cuenta el cuento que le quitará la ropa. Cuando no se entendía, pensaba en mi - corrijo. Era claro que la pared no respondía y el mensaje quedaba ahí para leerlo o no.  Las rodillas resistieron.  Pasaron años, días, la misma ruta, el mismo camino, bajar por sus curvas, comer galletitas, no te cases nunca por favor, la tristeza, la quinta como vencida. La B de no se qué. La V mía. Esa noche.  El anillo, las cejas perfectas, la diosa wayuu en el fondo. La nariz que sufría, el maquillaje, la gata, los labios rojos carnosos fuego. Todo lo penetraba. La matrioska en su brazo izquierdo, la boca carnosa deliciosa que torcía para sin quererlo provocarlo, provocarme. El cuarto al que no subí. Yo lo sé, muy bien, te aprendí a querer. El bon o bon, la caja que le guardo, el papel que fotografío. Las ojeras. La tarea que le ayudó. El amor que no fue después del amor. ¿Cómo sobrevivir a este día sin ti? ¿Cómo vives sin ella? Una llave por otra llave. El por mí. Ellos por mí. Los, mis, Buenos Aires, Spinetta de fondo cortando todo como un vidrio peligroso. Costanera, los mensajes de lejos. Todo, nada, lejos, el rio de la plata. Vivir sin amor. Choripan.  Guardarte en una caja negra. Por lo menos las rodillas, por lo menos el hueso. Si, el mismo de la cadera, contradecirme. Contra decirle. Decirle para decirme. Irme. Volver a irme para ver si te encuentro. Nos veremos en la otra B. O en la M. No son líneas, ni metros que son transmilenios. Ni días, ni quinces de septiembres. Superarlo, reflexionar. Desgarrarte. Honey. El mate. Dos días en la vida en una misma vida en un mismo lugar nunca vienen nada mal. Se acostaba con él, eso. El resto, el la olvidaba, quería vivir de una bici mientras daba clases de educación física. No sé. La sonrisa, los cachetes perfectos, tan Jimmy. Tan allá. La capul, los tacones. El cajón infinito que abre cada vez con su ropa interior. Sus colores desperdigados. Los 8 grados de Confía. El pétalo de sal. El chocó prometido. Fuerte y Valiente también en la derecha. Carmesí labios rojos mamasita. Ya no somos tan espontáneus, claro está. Mil pájaros volando en su izquierda, cada ruido está de más, su reloj, su atado, la blusa blanca, la sombra de la felicidad, los años de la soledad, el magdalena. Su piel, las manos, el huesito de la cadera. Su incomprensión, sus ganas de ser, mi azulejo, mi muñeca, el rincón donde te acosé con la Boca. El verde aguamarina con encajes para darme los buenos días. Pedirle todos los días los buenos días. El 26 por Rivadavia. Los piercings, su vacío interno, mi tesis que hablaba del vacío y era ella en cada maldita línea, su ropa interior negra con estrellas que solo ella se merecía. La V, mi V que le gustaba hacer con cada foto nueva cuando ella todavía, aún, no debería. La debrietud. Mi inquietud. La florales genérica. La camiseta de Batman. Sarita has de ser y hasta ahí me gustó la televisión. Su delineador, las transparencias. Su despeluque, su empute, su mujer, su lucha por la mujer. El rosado con corazones y otra vez la sombra maravillosa hacia su vida infinita y plena. El rosado con verde, con el encaje, con el para siempre, con la tarde, con el chocolate, con todo y sin nada. El día que me dijo que sí. Yo también tomé fotos. Sus ganas de fruncir el ceño. El día que se pintó una mariposa en el rostro, tan Amaranta, tan princesa, tan perfecta. La pijama de la niña de rayas. Tan coqueta como la primera vez. Querías conocer Europa ¿vamos? El anillo en forma de corazón. Tu amor que sangra. Exacto, iba en aquella tarde en la que me perdí en su foto, en su vida, en su quizás, en su algún día, en, otra vez, sus rodillas. Vos sos tan incierta. Lo apunté en el calendario, lo agregué a mi rutina, dejé las tortas que viajan kms para que se las tiren en la cara a uno. Las hormigas que en Septiembre nos empiezan a invadir como invadieron a los Buendía. Y otra vez la B. Buena Amaranta. Matarlas, bajar el nivel, bajar, bajar por tu piel. Es el mundo de hoy. Italia, Milan, también. Rio.  Branca. Y franca, así como tú. Así como ella. Mi sin ti tan amargo, mi después. El día que fue a buscar donde habías vivido a ver si aún estaba tu aliento, tu respiración, tu magia, tu sonrisa. Tan así, como el día que volví al mismo bar en que te conocí y pediste Tom Collins con torta y yo volví solo a sentarme en tu silla, sin planearlo, solo a eso. Sin explicación. Los círculos que dan vuelta. Todo eso lo pensaba y no era capaz de sobreponerme a ese encaje, a ese secreto. A tu manía de dejarme sin ti, pero contigo. Sonríe que me haces feliz - le dijo y obvio, tampoco se lo creyó.  Salud y también brindo por ti. Labios rojos Maria llena eres de Camila. Por fin lo resolvimos. Solo se trata de vivir. Aquel edificio con tu nombre. Cada madrugada. Me quiebro, el amargo fernet. Sin coca. La botella verde. La beca que buscabas. Neurótica. La citrina o citrazina. Vamos a ser felices. Lejos. No te emborraches de paredes, ni de de recuerdos. Los ojos que todo lo podían y que ahora me ven escribiendo esto. Las putas ciudades que no nos dejan querer. 26 vidas más a ver si en la 26 coincidimos. O tal vez en la 3 con él. 39% de alcohol. Tan perfecta otra vez. Todo esto pasaba en esos minutos, meses y años eternos que pasaron entre que ví la foto y le contesté: Perfecta. Deberías.

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