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domingo, 4 de septiembre de 2016

Robando corazones.

Alí ya no tenía a sus cuarenta ladrones, pero le gustaba robar corazones en países desconocidos. Fue así como fue a parar a aquel paraíso perdido cerca al gran amazonas.  Llegó a la inmensa colcha de retazos con el fin de hablar como sumercé y no like him. Alí tal vez estaba perdido y solo quería encontrarse mientras ella no quería ni lo uno ni lo otro, o por lo menos, eso decía. Sin saber por qué terminaron en el Pacífico oscuro, entre ballenas y recuerdos.  Así sabía que no duraría mucho y que era mejor aprovechar aquella playa para arrebatarle el corazón sin que ella lo notara, sin que ella sonriera y peor sin que pudiera cantar para disimular que no estaba tan feliz. El la enredó con palabras bonitas en otro idioma y con sus manos grandes y sus ojos saltones logró su cometido justo antes del fin de la última tarde de aquel paseo de fantasía.  Ella, inocente, solo lo notó cuando volvió a aquella despensa de sabores indescriptibles y en su caminata matutina en busca de la fruta para las medias nueves se encontró de nuevo con aquel viejo conejo loco que le dijo: Alice, alguien te ha robado la hermosura. Alice no le creyó del todo, pero si se dio cuenta que ya no tenía corazón.

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