Buscar este blog

domingo, 11 de septiembre de 2016

Sabor a cigarillo.

Olía a cigarrillo como la primera vez, y seguro como la última. Me gustaban sus manos y aunque ella no lo recordara, yo si se lo volví a mencionar mientras trataba de no pensar en nada ni en todo.  Estaba ahí en otro país, con su vida inventada, con su matrimonio de mentiras, con su hija de verdad, con su hielo eterno. Tenía las circunstancias, las explicaciones y las posibilidades. Todas mezcladas, pero las tenía. Recuerdo que llovió un poco, que el mojito nunca estuvo perfecto y que la música nunca la convenció. Tampoco olvido el hambre y las ganas. La frontera de lo imposible, la calle del jamás, el edificio de la mamá. Las clases de los rumbos, de las líneas y de las pendientes. Caerse.  Un beso seco de repente. Otros más. El silencio de las calles en un día cualquiera. Su escote. Contarse la vida para no saber nada más. Soy el nombre prohibido, y el pasado mejor. Su frialdad, su equilibrio antes de quebrarse y romperse en mil pedazos. Sus ojos achinados.  El beso sabor a cigarrillo. Nunca supe si me trató bien o mal, pero como siempre me dejo con las ganas. Ella sabe que su lunar es mío, que es lo que la escuadra, la desconcentra y la atormenta. Yo solo se que está ahí, esperando, otra vida para ser mío, de verdad.

No hay comentarios. :

Publicar un comentario