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miércoles, 1 de mayo de 2013

Como un melodrama

"Ella vaciló y yo le hice señas para que la recogiera, y me fui moviendo sin perderla de vista un instante, siempre haciéndole señas para que siguiera  hasta donde terminaba la barrera. Después sí, cuando salió del todo, nos estrangulamos." 
(Melodrama, Jorge Franco)

Era tan alta como el tubo donde acostumbraba a bailar; donde le encantaba bailar, diré. Así que la altura era lo de menos cuando de músicas se trata. Le gustaba que la llamaran Trinidad y sabía tararear una canción solo cinco veces seguidas. A la sexta ya la odiaba. Vivía por allá por la quinta. Y es que de números también sabía.
Esa vez se encontraron de casualidad porque justamente se habían ido juntos.  Los libros de desamor señalan, pues, que los que llegan separados no se quieren y los que llegan juntos se aman. Asi no era, porque yo de eso se poco.  Creo que era más bien alguno de esos títulos de esas películas que he pensado y que nunca alcanzaré ya a hacer.
El, el tipo de cabeza rara, y el que se ilusionaba viendo a la nube sonreír, andaba en su auto mini rojo de cartón, empinándose como cual niño de tarde dominguera, tratando de entender porque uno se toma una foto antes de cualquier acto de amor, como saltar del Tequendama, por ejemplo.
Hay que estar en momentos equivocados y en lugares fantásticos, recomendaría yo, si me preguntaran.   Andar de tacones y bailar por la calle, y de eso tampoco se.
Pero a ella le gustaba. A el le enloquecía. No, tampoco eran excusas. Eran los vientos fríos de las cuatro lo que los afectaba.  Era el temblor del tango.
Ni de Medellín ni de Baires.  Ni Juntas, ni claro está, separarse. Que jet es con jota y que la ve es uve. Que acomodarse no es fácil. Las fotos en la cabeza quedan mejor.  Así como los rayos uv que de ves en cuando se tiran todo el resto.
Las ideas de los objetos aportaría yo. Las ponencias. La cama. La cama vacía.
La gata ida. La ida sin la gata. Amar a la gata. Con G, de hombres, que va con E.
Y es que pasa que se sentaba al borde de la cama,  con su lingerie, muy a lo París,  con sus piernas de kms en bici por recorrer juntos caminos inciertos, sin pensar en el abril de las lluvias mil, con su larga cabellera, con su constante enredadera, sin brassier, a peinarse y el le cantaba la canción de los amantes en la cama que los viajantes se van a acabar, y pensaban en cuáles viajantes, de qué o qué, pues con tanta fruta, y si, era mini ese carro para tanta moto que cabía, o al revés, no importa. Pero para llegar a Paris les faltaba algo.
Se dejaba amar a ronroneos y el entonces quería ser gato y escribirle mensajes en la espalda, y guardarlos, y bajar, y seguir bajando.
Pero esa tarde, ese puente, no solo vieron ropa de moda, almacenes de mentiras, niños ilusionados,  sino entendieron mientras comían uvas de chocolate mágicas, despacio, y con tropiezos, y de antemano, que andar de a dos también puede ser un plan.    Y yo ahí, parado, en el medio de la vida, y de la ida, sobra la v y la n que me falta, los miraba de reojo, de miope que soy, soñaba temblores, saltaba con polvos pica pica, y deseba que siempre amanecieran juntos, pues se notaba que habían, muy de mañana, intercambiado su respiración.  
Lo narro, así, como tal vez lo recuerdo, como la recuerdo a ella, como un ventarrón de esos que te pueden cambiar la vida, y yo paradito ahí, inventándome películas y juntando adjetivos de direcciones de calles que no existen, pensando, que la parte importante es esa que cuentan que antes, o vaya uno a saber, después, de esa tarde de domingo, de ese 9 de un abril con cara de mayo y apellido de marzo, todo cambió, como si fuera causa y efecto. Es la historia de Vidal, el muchacho este que sin pensarlo se fue a hacer de su cabeza, un melodrama, en la mismísima Paris, ole.
- Oiga!  le grito pasito el al oído de ella. - No compres un pasaje de regreso!.
Y ahora no se si hablo de este melodrama o de los viajantes que se van a acabar.
Es obvio que nunca alcancé a escuchar la respuesta de ella. Vaya, que nos afectan los rayos ultravioleta. Yo te regalo, es, montañas pa perdernos. O querernos que viene siendo lo mismo.


" - Voy a decirte la verdad para que después no estes preguntándome con quien hablaba o por qué tengo la cara así, o por qué me quedé mirando un punto fijo, o por qué me enredo cuando me hablás: he estado pensando mucho en ella, mucho, mucho.
- ¿Y que sentís? me pregunta.

- Siento que me hace mucha falta." 
(Melodrama, Jorge Franco)



sábado, 16 de febrero de 2013

Tu tan

Tu tan haría, yo tan honesto.
Tu tan bonita, yo tan bonita que te veo.
Tu tan camino, yo tan caminante.
Tu tan Salta, yo tan cascada.
Tu tan dorado, yo tan vida.
Tu tan cerámica, yo tan no se lo que pasa.
Tu tan café, yo tan azúcar.
Yo tan azúcar que te invito a mi casa.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Maria de los cielos.


Se fue sin dejarme responder, sin dejarme despedir. 
Se fue pensando que alguien le escribía un guión para ella. 
La tarde anterior, después de la siesta de las dos, una mujer de pelo corto, rubio y un poco desubicada en aquel pueblo de la luna, llegó hasta la puerta de su casa en una bicicleta playera, playera y porteña, muy de Costanera y le entregó un viejo sobre de manila, que atestiguaba haber sobrevivido al desbordamiento de las cataratas y a millones de años de soledad. 
El sobre, contenía las estampillas recortadas de mil cartas de amor. De aquellas cartas de amor escritas con caligrafía perfecta, y que él, por sus desilusiones absolutas nunca le envió.  También había una postal sepia de aquel puerto olvidado y donde, por encima, sonaba un triste bandoneón.  Al fondo encontró también tres fotos y un mapa.  Las fotos tenían relación con el mapa: habían sido tomadas en lugares específicos y trazaban un único camino entre ella y la casa de madera de sus sueños perdidos. Dos fotos eran de ella en otro verano re podrido. En la otra, él anunciaba un aguacero interminable, y su vuelta a la tierra del olvido.  
Ella no supo que hacer, pero entendió, sin vacilar, el camino que marcaba aquel mapa y que, capaz, le recordaba las noches maravillosas de amor en la ciudad de la furia en las que se aprendió sin querer la carta celeste. Decidió esa misma noche que seguiría aquellas indicaciones y que tal vez, el camino más corto era subir a los cielos.
Nunca llegó a aquella fiesta de bienvenida, llena de servidumbre y de laberintos de Borges.  Se fue a los cielos con las uñas horribles, con rastros del esmalte de una bella y puta dama, con el cabello despeinado, con la boca sabiendo a fernét y sin entender, como siempre, a su teléfono y a su destino de princesa de un cuento no terminado. El sobre, lo dejó como si nadie lo hubiera abierto.
A veces la recuerdo como un cuento de hadas, o como una novela de adolescentes, o como un corto de realismo mágico.  A veces creo verla en el Obelisco. 
A veces creo, que también, a las palabras, se las lleva el buen aire.

jueves, 24 de enero de 2013

Estrella


A las cinco el pueblo fue sepultado por una neblina densa y gris.
Gris de esos que parece y no son.  Fue entonces cuando de los cielos bajó una estrella, no tan amarilla, no tan dorada y un poco ácida -si alguien se hubiera atrevido a probarla-.
Había viajado tres mil años de lucecitas de navidad, sólo quería dormir y tenía un solo fin: que le cantaran al oído. Le gustaba soñar.  
Dicen que cinco minutos después desapareció. La neblina, también.
Cuentan que desde esa tarde en aquel pueblo perdido de nubes de algodón y panaderías exquisitas, muy a las cinco de la tarde, todos los hombres del pueblo salen al parque principal a cantarle al oído a la niña de sus sueños. Cuentan que es un pueblo feliz y bonito.   Cuentan también que la reina coqueta, fue una de las pocas que vio el camino que tomó la estrella, y desde entonces, loca y sola se dedica a contar con su mascara la historia, mientras encuentra el camino exacto por donde marchó aquella estrella soñadora.  Dicen, que el día cuando ella recuerde y tome rumbo por aquel camino , el pueblo desaparecerá para siempre bajo una neblina, una neblina que dicen, ya no será gris de a poquitos, sino blanca, tan blanca que pintarán un pueblo nuevo de colores bonitos y alegres encima. Un pueblo donde haya cebras por las calles y miles de estrellas por las noches. Un pueblo soñador.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Suspiros


Suspiros entre sus piernas.
Suspiros de las medias negras.
Suspiros por las mañanas.
Suspiros los viernes.
Maria Fernanda se llama Suspiros.
Soupirer pour, supongo yo.
Como una negra linda.
Suspiros y gatas que dicen miau.
Suspiros como en una pintura renacentista.
Suspiros y minúticos.
Like hard candy.
Suspiros de negro, que se yo.