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jueves, 4 de septiembre de 2014

Eso que llevas ahí

Decidió caminar por la gran muralla China en sentido contrario, contando cada uno de sus pasos, suspirando por cada recuerdo inconcluso. Era pequeña y enredada, con manos bellas y temores necesarios. Podía vestir de kimono y estar soñando en el Chocó. Cuentan que de ese viaje mágico nunca regresó, que se dedicó a escribir de para atrás, que cambió la izquierda por la derecha, y a el occidente por el oriente. Que por las noches realizaba artesanías invisibles, cantaba rancheras a grito herido y se pintaba las uñas de color oscuro, y que cuando apenas aparecía el sol en horizonte, se le transformaban en uñas de color rojo sangre de la suya sin explicación alguna. Que dejó el cigarrillo por los amores maternales y a los amores por los suspiros contenidos del té inglés de las cinco. Que también volvió a usar máscaras para protegerse de aquellos gigantes de vientos desesperanzados. Ahora, cada vez que pasa por aquella gran muralla y se para en el mirador de los turistas extranjeros, el la mira desde lejos, sin remordimientos y recuerda ese lunar, tan suyo, tan maldito y tan feliz, que ella lleva ahí. - "Sigue caminando, y vuelve al comienzo! "– Le grita desde lejos, en silencio.

martes, 2 de septiembre de 2014

Cadaver exquisito.

(...) Tu banda sonora era el tanto tango y tanto dolor. Tu guión era el tango, sexo, y el tanto amor. Mi estrategia eran las flores cortadas para ti directamente de aquella naturaleza virgen y extraviada. Mi guía era el mapa que no entendía de mis destinitos fatales, mientras tu escalabas las montañas más altas de tu imaginación. (...)

Septiembre 2014.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Tenías

(...) Quiso huir y convertirse en protagonista de un cuento donde narrador y lector se confunden en sinfonías musicales inconclusas que dan la sensación de poder confiar. Quiso saltar entre renglones y parlamentos, convertir el drama en comedia, y la comedia en reality, y el reality en cuentos de hadas, y los cuentos de hadas otra vez en sinfonías y en canciones cursis y no tan de modas. Quiso tener una manta y amarla tanto como ella a él. (...)

Agosto, 2014.

domingo, 25 de agosto de 2013

Querida.

Pasa la luna, cae el sol.
Luego viene el frio, la neblina, el hambre, la sonrisa.
Más luego vienen los sueños.
De madrugada el silencio, y en el silencio, la sombra.
De la sombra sales, apareces, desapareces, me pierdes.
De perderse hablaban las princesas.
De las pinturas Rafael.
De las fotos no sabemos.
Y al final de todo, tu cambio de piel.
Quemarse por dentro.
Caminar despacio, ser querida.
Ahora no te veo, ahora no. No es hora del te.
El tiempo lo dirá, pero en inglés.
Y mientras vuelve aparecer la luna,
un nuevo corte, no una herida
una crema, de estrellas.
Lo que me hace falta querida es quererte.
O que Amaranta baje de los cielos.
Hmmm.

domingo, 2 de junio de 2013

Como una ensalada de frutas


Marzo entonces se perdió por las calles de ese Abril incierto, se confundió entre tanta hoja suelta y solo dejó el renglón final para poder comerse ese postre como punto final.
Lo esperaba en la esquina absoluta y maloliente de aquella ciudad ya no tan gris, ya no tan ciudad, ya no tan ochentas, ya si tan mal olorosa, y es porque, capaz, le faltaban las rosas.
Luego vino la madrugada, la gallina, la plaza, el amor, el desamor, la gasolina, los kilómetros, los kilométricos, los textos, los quipitos, los skype que son como los quipitos...  y más luego, la neblina, la noche, la lluvia, no viajar, la música, la ceja, la pierna, el cargador.
Cruzaron sin afán y se quedaron viendo la película de horror afuera de ese teatro olvidado. Comieron pescado y rezaron en vano.  Era un país de ruanas y de tintos.  También había otro donde se conocieron a distancia y el tinto era vino. En el camino de regreso contaron las huellas perdidas y se perdieron en las playas blancas.
Se supieron el uno al otro.  Otro y uno supieron ser. Como una ensalada de frutas.
Como si nadie nos leyera.
Ella era más de Mayo, más de otoño, más de los colores y menos de los sepias. Era alta y guerrera. El callado y con el perfil, ya no se si era el perfil, de un artista rock de tiempos que nunca existieron.
Se besaron, se contaron y terminaron en el Convento.
Desde allí aparecen y desaparecen, como la isla de la fantasía, como el mar que se congela, como el tango cuando se vuelve gotan.  Mejor, como cuando se vuelve gotas.
Era una plaza muy grande. Era una fruta muy rica.  Era un paisaje verde que da frutas.
Era marzo perdido en la plaza de Mayo.
Pero pues. Era irse como cuando a uno le decían que se fuera.
Pasa que no hay que planearlo todo, pero hay que saber planear. O tal vez, montar en planeador.
Cambiar de paisajes.  Llorar.  Bajar lentamente.
Cuentan entonces que hay que pasar tres veces, ida y vuelta, por el mismo lugar para no olvidar nunca.
Siempre hay que llevar la maleta llena de cosas para no usar.
La parte más difícil del día es el desayuno. Sobre todo, lejos de casa y las naranjas nunca son suficientes. Ya no hacen falta las referencias.  Hace falta ahora es dejar una herencia.
Hay que tachar con cruces. Hay que cruzar sin luces.
Hay que vivir con esa Cruz pues.