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martes, 31 de agosto de 2010

Nunca me fui



Caminito. Barrio de La Boca. Buenos Aires


El no superó ese minuto fatal.
Se voltió, cogió sus maletas y partió sin rumbo conocido.  Caminó horas y horas buscando el mar perdido y el recuerdo más reciente.  Nunca supo que hacer, y mucho menos que decir, es más, no le gustaba decir nada.
A ella no le gustaban las despedidas, mucho menos las virtuales, pero estaba ahí para acompañarlo el resto de la vida, por lo menos eso pensó de vez en cuando, incluso, cada segundo mientras el avión aceleraba y alcanzaba su velocidad de crucero del aire.
Tampoco quiso una foto, por que tal vez, prefirió los látidos de su pequeño y frágil corazón. Nadabas en la alegría de esperarte, pensó.
De vez en cuando escribe frases cortas, que limitan con columnas llenas de besos y que saben a frutas que extraña mucho.
No lloró en Plaza de Mayo, y piensa que las postales de San Telmo no son tan buenas, ni suficientes para mandarte mensajes directos que tal vez nunca entiendas. Solo me resta, y me queda tu Boca, o La Boca, la boca de fresa y princesa bandida en que deje tiempos mejores. 
Ella  hubiera preferido pararse ante cada vitrina de chocolates antes que acompañarlo en su maleta, ella hubiera preferido pararse en la calle Bogotá y haber tomado cualquier tren que no pasa por ahí.
Sabes? Nunca me fuí.

martes, 24 de agosto de 2010

Hola Mariana




"...En vez de esto me hubiera gustado tomarte en mis brazos y consentirte!  Serás preciosa, tan preciosa como tu mama y tus abuelas.
Pereirana y con un poquito de muchos lados, ojalá muy santandereana en el fondo.
Llegaste a alegrarnos mucho, mucho la vida.
Desde Buenos Aires, te quiero infinitamente Mariana."
Un fragmento de la carta a Mariana.





domingo, 22 de agosto de 2010

Tu eres la película que quiero ver

(Umpalá / Cañon del Chicamocha / Santander / Colombia )

Sabía callar y cinco segundos después mirar al piso mojado.  Sabía contar sus pasos a sus espaldas e incluso adivinar sin pretenderlo el ritmo de las pulsaciones del corazón partido hace algunos años cuando aún se debatía entre muñecas y ruedas de patines.
Tomaba un respiro y después pedía fuego para su cigarillo.  Pidió un águila esa noche, aunque ella hubiera preferido quedarse perdida en esa obra extranjera, en esa cabina de teléfono de Londres y quizas en el barco que naufragaba entre olas de carton pintado.
Le gustaba criticar todo en silencio.  Le gustaba no peinarse. Le gustaba no ser vista.  Aunque en el fondo queria mostrar todo, y más que eso, saberlo todo visto, incluso poder verlo todo fotografiado mentalmente.
Mientras me contaba de sus amores pasados se imaginaba perdida en el Chicamocha, sin idea de como regresar y mucho menos de como volver.
Bailaron entre palabras que rascan demasiado, recordaron tiempos mejores y al final de esa última canción se vieron en el lago de sus desgracias y en el pasado de sus nubes, se untaron de barro hasta las rodillas.
Fue ella la única que le dijo que no se fuera, cuando después de 3 veces seguidas le preguntó si ya se iba.  
El sabe ahora que los carrouseles existen, dan vueltas y se ven más bonitos que antes.  El sabe que su cara de ternura, aparecerá de repente en su horóscopo de chocolate.   
Va a volver a darle un beso en Umpalá.

domingo, 15 de agosto de 2010

Cuatro Horas

Ahora dudo si ella estaba temblando al final o al comienzo de estas cuatro inolvidables horas. La recuerdo protegiéndose de la lluvia, y en el fondo, de cualquiera que pudiera hacerle daño. Y es que su apariencia de muñeca de la boca de fresa no le impedia fabricar sus propias leyes, claro, para que cualquiera supiera quebrántarselas.
Se dejó besar queriéndolo, y al final tampoco le importó que aquí no fuera a aprender más frances que de costumbre. Se metió en su cama cuando eran la una; a las y media le contó que se iba a casar y a las dos salió rumbo al sur, de donde espera él, que ya haya llegado.  A las dos y treinta se fue al pacífico y a las tres se quitó la blusa.  A las tres y treinta ya era demasiado tarde: se había enamorado de su locura.
Nunca fueron las cuatro; faltando veinte le cantó su vallenato.  Un cuarto menos para las cuatro pidió una tercera vez, y solo, solo faltando cinco lo eliminó para siempre de su vida.
La culpa seguro es también de él, que le permitió besarlo de vez en cuando.
Nunca se tomaron un café.  Y lo más preocupante nunca nadie supo, ni sabrá, que pasó entre las 12 y las 0. Podría volver si quisiera y llegar si la invitaran.  Es posible que le mande una foto congelada.
A las 3:59 salió a tomar el metro rojo hacia su realidad y aunque quiso disimularlo bajo sus prendas intimas y femeninas, estaba temblando de ira, de locura, y de desesperación, le pregunto tres veces si se iba, y él nunca supo como responderle, quedo callado contemplando sus manos bellas de porcelana que temblaban en el aire y se quebraban en pedacitos.  Fue el minuto final.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Yo no la maté

Se derrumbó como quien no quiere, cayó en dirección opuesta a sus deseos y al final pensó en lo rico que había estado el almuerzo del jueves último del mes en que decidió quererlo a fuerza, a fuerza de su voluntad, y ante todo con fuerza para soportar el invierno seco de aquel olvidado pueblo del caribe.
Nunca quiso decirle su verdad, y mucho menos contarle sus mentiras.  Era feliz siendo princesa en tiempos de la conquista, aunque nunca aceptó el destino de ser una cualquiera en los tiempos modernos.   Siempre que la ven, le preguntan lo mismo, y al final ella contesta lo mismo: un movimiento leve de ojos que contrastan con el mordimiento pequeñísimo de sus labios y claro, la lengua que siempre quiere sacarle a su entrevistador de turno.
Tiene los cabellos rizados, y no parece tan india, tan india catalina, pero guarda la malicia de los que no saben contestar preguntas ajenas.  Ella nació para responder las preguntas de los demás.
Sonríe muy de vez en cuando y cuando intenta parecer mejor, termina llendo a bailar en la playa más cercana.
Supongo que nunca la conocí y esta es una visión lejana de aquel pueblo donde alguna vez quise casarme. Así estas bien, le dije en mis sueños - no necesitas las mieles del amor, incluso tampoco que el amor te venga con miel.  Necesitas un poco de rock and roll y algo de decisión, o bueno algún indeciso que no te haga dudar.
La tarde en que se derrumbó supo para siempre que iba a morir en una cama de rosas después de su primera vez.  Y aclaro yo no la maté.

a petición de @13rosaleja