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lunes, 23 de enero de 2012

Usted abusó

Carmela no entiende que Catalina no cumple años.
Catalina no sabe que Carmela la confunde con Alexandra.
Mientras tanto Alexandra tranquila en su ventana oscura solo quiere llamarse Rebeca.
Rebeca es pura salsa, de esas que da miedo probar.
Catalina no conoce a Rebeca.

La última vez que vi a Carmela intenté confundirla con Catalina.
No funcionó; la verdad es que Catalina es la que no funciona.
De todas es más bonita Alexandra porque es transparente.
Exacto, nunca la veo. Nunca la entiendo y siempre creo que es más fea que Rebeca.

Ya ves termino confundiendo todo.
Si, tenemos que volver a empezar
porque bien sabemos que aquí la que abusó fue Ud.

domingo, 22 de enero de 2012

Verano

Ando pensando en el blanco y en los colores.
En los colores del blanco.
En el andar pensando.

Pensando como andar,
como tanto blanco es tanto color
y que color le hace falta al blanco.

Ando queriendo el verano como al blanco.
Como al blanco vacío, como la hoja blanca que agobia sin color.
El verano que anda, no para y no hace falta.

Hoja blanca sin marca roja.
Roja fue esa línea y rojo es el stop.
Pará verano y tráeme al otoño.

Cortas mañanas, largas noches
Noches que son iguales a las mañanas cortas
Y tantas noches sin ver tus mañanas.

Ando queriendo contar un cuento
Y querer contar hace parte de colorear.
Y el cuento hace parte de Blancanieves.

lunes, 9 de enero de 2012

Paraná

Y el tren que va, que va y no vuelve y que no tiene ganas de devolverse.
Si quieres, esperáme en la próxima estación, que ya no se llama esperanza, sino certeza y no miedo.
Vine hasta aquí buscando mil canciones, un no saber y un cuento para soñar; me encontré entonces con un rio gigante, caluroso y lleno de playas y espacios vacíos; de también un pasdo mejor que resuena en el eco de esa vieja lata oxidada que cualquier aire mueve.
Quise dejar tu sonrisa inolvidable en la primera esquina que encontré en la calle Buenos Aires, y viste, no fui capaz, no porque no quisiera, sino porque tuve miedo que terminara en la bandera gigante, se escondiera por Boulevard Cordoba y terminara sin saberlo en el Paraná, y yo un día sin quererlo ni pensarlo y mucho menos gritarlo me la encontrara de casualidad otra vez.
Entonces la guardé en mi mochila, en esta agenda que marca las horas y en el helado de maracuya que pensé tenía un poquito de ti.
Así sin quererlo me comí tu sonrisa y tantos buenos ires y venires. No lo dudes: disfrute cada gota y ahora siento que me alimenta en estos días interminables.
De ella, de Rosario, y sus Buenos Aires chiquitos repetidos, donde tal vez no pasa nada y pasa lo de siempre, me llevo su nombre, el sol tatuado en mi piel y en cualquier cadera.  Le dejo tal vez sus calles vacías, ese camino infinito del que nunca está al lado y la explicación que nunca llegó.
Me voy, capaz, con la promesa de ese viaje en tren hacia otra sonrisa y otra estación.
El tiempo es solo lo que pasa entre una estación y la otra.
Rosario una estación donde siempre querré volver.
Y el Paraná, el gran Paraná es lo que corre al calor para llevarse el amor.

domingo, 20 de noviembre de 2011

No se

Y entonces comencé a derrumbarme por cada calle
a querer escalar escaleras imaginarias hacia esos mismos aires,
a ver las cosas más grandes y menos buenas, pero mejores.
Empecé a escribir bobadas solo por la seguridad infinita pero no comprobada
de que ya las había hecho en el transcurso del día.
Era extraño que solo lloviera debajo de los árboles,
que las jirafas se pusieran tristes y que los trenes nunca llevaran a escuelas de magia.
Era fácil perderse en esas calles empedradas y encontrarse una frase de Borges,
como si fuera una conferencia de esas que tocan dar y a quién toca mencionar.
Era menos emocionante tener que bajar esas mismas escaleras
y volver a levantarse tan tarde, segundos después de que sonaran las campanas
de esa boda que siempre se repite y nunca se concreta.
Era más difícil tener que levantarse de esas caídas de esas calles de esos
helados de esos choripanes de aquellos veranos sin otoños de aquellas pizzas sin ojos.
Aprendí a comer pizza de pie, y a pie comer que te lo juro que aprendí.
Las mañanas le llegaban tarde a la luna que silenciosa la espera.
Yo por lo visto también llegue tarde a todo. O muy temprano, depende del GTM, de
mi antifoursquare pero principalmente de que alguien en el otro lado sonría.
Y es que al final de todo noviembre se va haciendo chiquito,
así como cuando todos y muchos tienen afanes y árboles de mentiras,
como cuándo no basta una sola canción, sino mil que hacen una gritería insoportable
encerrada en una cajita de cristal la tarde aquella en que se cayeron las paredes de
ese río pintado con marcador en la mesa que se proyecta en el circo que no empieza.
Yo entonces decidí que no sabía nada y que había olvidado todo sin que fuera verdad,
pensé en explicar lo que nunca supe y en dibujar lo que nunca vi.
Tampoco habría funcionado.
Desde hace un año me gustan los dos puntos:  como para indicar ese pre sentimiento
antes del no sentimiento, antes de lo que no se dice y al lado de lo que no toca.
De lo que no se puede.  Habría entonces que querer y guardar ahora.
Ring Ring y que don´t worry.
Yo no sé como es que funciona esto pero funciona como el no se.

domingo, 30 de octubre de 2011

Tus horas



Este no pertenecer.
Este Callao esquina de mi corazón.
El tiempo estático.
Ese no pisar y ese no querer.
Estos árboles y esas calles del pueblito de mi corazón.
Esas medias y este medio.
Este renglón que no entiendes.
Esta línea discontinua.
Esa brisa del domingo en un tren a ningún Pereira.
Ese vos, esta voz.
Esos cielos y esa niña coqueta.
La mochila y mil aeropuertos que me esperan.
Y sí, éste reloj que no marca tus horas.