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martes, 15 de septiembre de 2015

Amaranta (IV)

Era blanca como la nieve. Era ella y era nada.
Fue cada segundo que me dejó respirar.
Salvarla de la torre de cristal, partirla en mil pedazos.
Dejarla en corrientes.
En el rio Magdalena.
En las cartas inconclusas del coronel.
Las postales, los piercing y el tatuaje sobre el torso desnudo.
Las estrellas que dejan de brillar.
Las postales.
El fernet.
Costanera en bicicleta.
Las ideas.
Vos sos tan incierta.
La niña encantada.
La princesa hastiada.
Las rodillas para nunca dejar de intentarlo.
El último suspiro.
Comerse las paredes.
Resucitar.
El amor no creído de Aureliano.
Los hijos con cola de puerco.
La tierra mágica.
Palermo.
Comprar revistas en Palermo.
Comer Don Satur en Parque Centenario.
Iguazú.
El matrimonio de la otra vida.
Nena, Confiá.
Los 100 años que ya no serán de Soledad.
Ya nos veremos en algún lugar, en alguna fiesta, en cualquier ciudad, cuando me hables con el corazón.

domingo, 24 de mayo de 2015

Bolero

No sabía nada de los boleros hasta que se tropezó con ella mirándolo sin remordimiento una mañana cualquiera y llena de hormigas que volaban en remolinos invisibles y aturdían sin querer los recuerdos más recientes.
No sabía nada y nunca supo nada de aquella música cautivadora, de aquel ritmo sensual y de porque ella nunca se le salió de los ojos.  Se quedó grabada en la retina y en el querer, en la bobada de las tres y en las palabras que nunca se escribieron en servilletas de papel que guardaba como manera de entender su destino.
Destino que se confunde con camino, él, que confundió el sol con el ombligo, el ombligo con el sol, los vampiros con animales mitológicos amorosos y la felicidad con las posibilidades malditas.
Ella solo se quedó al vaivén del baile, del trio con guitarras, de la montaña con nieve. Congelada en el recuerdo y en las ganas.
Esa mañana, ella lo vio primero, con el sol de la madrugada, y supo desde entonces que el la acompañaría todas las mañanas de su vida, aunque ella no quisiera ni entendiera.
A la larga, ella tampoco nunca supo, ni nunca sabrá, pero se parecía al bolero, y nunca al tango de su perdición.



domingo, 17 de mayo de 2015

Aliento

La lluvia no paró nunca. Todos entonces quedaron encerrados para siempre en esa historia azul, presos de los personajes que les tocaron y cantando en loops infinitos la misma canción aburrida de las tres. Nunca hubo una excusa diferente que la de -está lloviendo-.  Fue como un paréntesis en el tiempo, como un tiempo fuera, como congelar todo, así siguiera andando. 
Al final, nadie quiso tampoco que dejara de llover. Amaranta optó por el encierro definitivo, por preparar su muerte y cuidar sus rodillas. Así no apareciera el sol.  Todos los pretendientes quedaron con sus flores compradas. Como un tango infinito.
Ella quedó con sus ligueros puestos, con el vino cerrado, con las estrellas estallando de furia debajo de su brazo. Nunca quizo cambiarse, nunca quizo nada más. Se quedó con las ganas congeladas, con el amor impreciso, con el lounge chillout durmiéndose entre sus piernas, con el grito ahogado entre sus lunares. En realidad quedó con su último aliento. Cuentan que el quería dejarla sin aliento y nunca parar de besarla.
Nadie la volvió a ver nunca y la lluvia nunca ha parado.

domingo, 3 de mayo de 2015

Constelaciones

Se sintió nerviosa, perdida en aquel piso vacío aquella noche extraña.  Era lunes y nunca supo si su vida estaba terminando o empezando esa semana, en ese mismo maldito momento. Solo quedaban en el departamento, los recuerdos regados por el piso de aquel matrimonio inconcluso. Una amalgama de si(es) por dar y no(es) de nunca entender.

Entonces se volteó, se sacó la remera y dejó en el aire suspendido los suspiros que había guardado de la última vez en esa última vida que no alcanzó a utilizar. Sin pena, sin gloria, sin hambre, un poco sin motivos, pero sobre todo llena de esperanza y soledad. Tenía la piel blanca, marcada por el invierno tenaz del norte y del techo de lo impensable. Tenía las ganas y los labios más sexys. Tenía la sonrisa atragantada.  Tenía el miedo eterno y el brasier negro.

Era ella y ninguna, era cada vídeo inventado, reproducido y congelado en la imagen precisa.  Era lo preciso para lo impreciso.  La tele apagada, los restos de papel en el piso frío, y la cama más grande que el más grande desierto. Era Barcelona en los próximos años.  Era siempre el silencio. Las piernas, el escote, el vino, el rock, la ciudad de la furia y el frío que se colaba por cada pequeño agujero y que la mataba de a poquitos.

Luego empezó a llover. Luego paró de llover. Luego no existió el luego, solo el vacío de aquel agujero negro infinito en el espacio-tiempo de la felicidad torpe de la madrugada. Le dejó para siempre, la ruta de la constelación de sus lunares oscuros para que se perdiera cuando quisiera, pero sobretodo para que supiera que tal vez, ella nunca se iba a perder con él.

domingo, 12 de abril de 2015

Si me dejaras

Si me dejaras recorrer tus lunares. Si me dejaras tapar ese sol. Si me dejaras buscar esa luz. Si me dejaras enloquecerme por verte sonreir. Si te besara pasitico, si me besaras riquito. Si me dejaras otro vaso para medio llenarlo. Si me dejaras nunca dejarme no. Tengo ganas de pararme en la esquina y al verte pasar decirte: si me dejaras.